Hija de María Magdalena de Pazzis

Es Rosa María Serio una de las santas místicas más carismáticas que haya tenido jamás el Carmelo y, sin embargo, aún no está ni tan siquiera beatificada, su vida y doctrina en nada desmerecen a otras figuras glorificadas canónicamente.

Nace nuestra carmelita en Ostuni, en el Sur de Italia, el día 6 de agosto de 1674. Al ser bautizada le impusieron el nombre de Romana. Entra de religiosa en el beaterio carmelita de Fasano y cambia el nombre de la santa matrona romana por el de Rosa María, luego de San Antonio en memoria de su padre. Aquel beaterio, forjado por influjo de descalzos carmelitas que lo gobernaban, creció hasta tal punto que se creyó en la conveniencia de transformarlo en monasterio. El problema vino cuando se trató de aceptar las Constituciones descalzas que sólo permiten, según impuso Sta. Teresa, el número de veintiuna religiosas cuando ellas eran treinta. La comunidad decide orar y pedir luces del cielo. La superiora le encomienda a Sor Rosa María que le pida al Señor manifieste cuál sea su voluntad. “Una mañana, después de haber comulgado, tuvo un éxtasis en el que se le aparece Santa Teresa que le dice: No os aflijáis, hijas mías, porque debáis profesar otras Constituciones. Y para que no tengáis que dejar el hábito de nuestra Gran Madre y Señora del Carmelo, os propongo por Madre a María Magdalena de Pazzis, porque ambas somos una misma cosa”. El mensaje estaba claro. De acuerdo toda la comunidad, se solicitó del papa permiso para adoptar las dichas Constituciones carmelitas. Grande fiesta hubo en Fasano con ocasión del traslado al nuevo monasterio. Era el 3 de mayo de 1694; se conmemoraban los 25 años de la canonización de la santa carmelita de Florencia.

Entre los oficios que Rosa María desempeñó en el monasterio fue el de “rotara” y de enfermera. Entre los días grandes que señala la liturgia, para ella era Pentecostés de especial importancia. Y una de las gracias que más ansiadamente deseaba era el sentir y vivir el dolor pasional de Cristo como si fuera alma gemela de la santa extática Magdlaena de Pazis. “¡Espinas, clavos, flagelos… venid a mí!”, solía exclamar en sus raptos místicos. Un año, sobre el 1700, se supo que recibió los estigmas de la corona de espinas que ella supo ocultar bajo las tocas monacales.

Como maestra de novicias ejerció su magisterio sobre las jóvenes candidatas, algo que se acrecentó cuando fue elegida priora de la casa. Fue el 8 de septiembre 1704 y así ininterrumpidamente hasta dieciocho años de priorato.  Murió Rosa María el 9 de mayo 1726, a los cincuenta y dos años de edad y 36 de vida religiosa. Plácidamente. El confesor rezaba el trisagio a la Santísima Trinidad que la sierva de Dios iba repitiendo: Santo, Santo, Santo…

Ismael Martínez Carretero, o.carm.